El mayor reto para la productividad es la procrastinación, cualquier otro aspecto puede controlarse, eliminarse u optimizarse, pero actualmente la era digital ha detonado cada vez más cronófagos y curiosamente los terrenos online son el campo más propicio para incentivar distracciones que nos quitan el tiempo para las cosas importantes.
Procrastinar se puede ver como el arte de perder el tiempo, es decir, cuando postergamos una actividad por cierto periodo o hasta indefinidamente y en lugar de esta realizamos cualquier otro tipo de acción que nos parece más agradable.
Este fenómeno psicológico ha sido objeto de estudio por mucho tiempo, pero ahora es ENORME su afectación en personas de todo el mundo, ya que es más fácil caer en esto por las plataformas como las redes sociales, el exceso de información, la necesidad de inmediatez, el uso del smartphone, cuyos tiempos van en incremento de manera descomunal, ya que una persona puede pasar ante una pantalla, consumiendo contenidos (no laborales o profesionales) hasta por 10 horas diarias.
En este capítulo de la popular serie Malcolm el de en medio, Francis debe hacer un trabajo de Historia, pero a la menor oportunidad se distrae y procrastina en lo que nos muestra (aunque de manera exagerada) cuánto podemos posponer una tarea.
¿Por qué procrastinamos?
Cada persona tiene un perfil, una personalidad, por lo tanto, son diversas las motivaciones que lo llevan a procrastinar, muchas veces disfrazadas con otros argumentos. Se procrastina porque queremos evadir el hacer una tarea que suena complicada, que se percibe como “pesada”, por miedo a fallar, porque nos llenamos de actividades y ya no sabemos ni cómo empezar.
Ejemplos sobran, desde grandes situaciones hasta pequeños contextos, tanto en lo individual como en lo profesional, en tu trabajo, en la escuela, sin importar condición social, economía o ideales, en todos lados se procrastina.
- Digamos que en tu trabajo tienes cientos de expedientes que revisar, lo más lógico sería iniciar con uno y de ahí ir descartando los demás, pero al ver que son tantos puedes ceder a la postergación.
- Otro ejemplo, tienes un examen de matemáticas, debes estudiar, pero el simple hecho de pensar que son números y no te gustan haces otras cosas que te van quitando tiempo.
- En otra situación, has decidido terminar con tu pareja, pero cada que vas con ella o él para hablar del rompimiento terminas evadiendo el tema y pasa un día tras otro sin lograr hacerlo.
Todas estas situaciones van ligadas a un asunto de tiempos, de tareas y obviamente de organización o planeación, pero en realidad el fondo es el manejo de emociones, cuando este no es adecuado fácilmente se filtra la procrastinación.
Cuanto más se desbalancean nuestras emociones más podemos procrastinar y si lo hacemos un hábito es peligroso porque el cerebro se acostumbra, genera una especie de adicción y se vuelve un rasgo que va afectando todos nuestros ámbitos: lo laboral, profesional, familiar, social y lo individual.
Hay que vencer a los ladrones de tiempo
Los cronófagos son los elementos que nos comen o roban el tiempo y en las redes sociales tenemos el mejor ejemplo. Nos pasamos muchas horas consumiendo contenidos en estas plataformas, interactuando, sobre todo para entretenimiento y dispersión.
En sí mismo el problema no es dedicarle atención al social media, sino lo que dejamos de hacer por estar en estas o lo que hacemos mal por distraernos viendo estos medios.
Para lograr un equilibrio es necesario estar alertas, analizar y verificar qué tanto estamos procrastinando.
Procrastinar se vuelve un hábito
El cerebro es un comodino que tenemos que poner a trabajar, de otra forma siempre va a buscar gastar menos energía, por eso la procrastinación se le presenta como un gran aliado, como la píldora que lo salva de hacer cosas que le implicarán esfuerzo, concentración, mientras al tomarla tiene una recompensa de corto plazo, periodo en el que goza, disfruta y se entretiene. Cuando vuelve a la realidad el desasosiego, la tensión y los reclamos internos se recrudecen.
Debemos vencer esa adicción y lo podemos hacer identificando cuándo y por qué procrastinamos, tenemos que cambiar de chip para decidir modificarnos a nosotros mismos y hacer las cosas. Hay que ponerse objetivos realistas, objetivos SMART para que tengamos una visión clara de lo que queremos y cómo lo haremos. Imponerte gratificaciones de largo plazo y que vayan con tus objetivos.
¿Cuánto quieres que valga tu tiempo?
Hay que saber valorar nuestro tiempo para saber si realmente lo queremos desperdiciar (si supieras que tu tiempo es limitado, ¿qué harías? seguramente las cosas que consideras más importantes y dudo mucho que estuvieras en las redes sociales riendo de los memes).
También es necesario establecer un tiempo para cada tarea porque de no ser así se aplica la Ley de Parkinson:
Todo trabajo se dilata indefinidamente hasta ocupar todo el tiempo disponible para su completa realización.
Esto quiere decir que si una tarea no la delimitas podrías tardar una hora, un día, un mes, un año o toda tu vida para llevarla a cabo.
Esto me recuerda la película “El precio del mañana” (In time) en la que plantea un escenario en que todas las personas tienen un tiempo limitado que lo verifican en su antebrazo, los que tienen tiempo de sobra son los ricos, entonces disfrutan de la vida con calma, pero los que apenas tienen tiempo de un día tienen que hacer todo velozmente y concentrarse en buscar más minutos.
Analízate y determina qué quieres cambiar, visualiza todo el panorama, ve el futuro en el que realmente quieres estar y para lo cual tendrás que dejar de postergar. A veces no es fácil, pero vale la pena. Es sencillo decir que se preocupe mi yo del futuro, pero piensa en esto: qué tanto procrastinas es directamente proporcional a qué tanto te valoras.