El mundo de los negocios cada vez requiere más de la inteligencia emocional, por eso es uno de los rasgos más valorados entre las personas que integran a una compañía. El equilibrio entre los conocimientos, las habilidades, experiencias y emociones es clave para una empresa, para un profesional o emprendedor.
Cabe aclarar que ser “inteligente” pensando en términos de coeficientes o de conocimientos adquiridos no tiene nada que ver con la inteligencia emocional, porque podemos encontrar personas muy preparadas -doctores de las mejores universidades- que tienen la inteligencia emocional de un niño, así como personas sin grados académicos que muestran una gran inteligencia emocional.
La inteligencia emocional la veo como un balance entre nuestro pensamiento y nuestras emociones, en un proceso que se da casi instantáneo, lo cual evitar que seamos impulsivos, absurdos o desmedidos.
Evitar el desbordamiento de emociones
Conocerse a uno mismo es fundamental para tener claros nuestros conceptos y así saber cómo reaccionar ante situaciones específicas, cómo comportarnos de acuerdo a un contexto y qué soluciones o decisiones tomar con base en la información que nos brinda el entorno, la sociedad, nuestras percepciones y sensaciones.
Las emociones desbordadas regularmente no ayudan al individuo, sean positivas o negativas llevarán a decisiones o acciones por igual desbordados hacia un lado. De ahí que los corporativos buscan para sus puestos directivos a personas con un alto grado de inteligencia emocional, es más en ocasiones pueden sacrificar un criterio técnico o profesional, siempre y cuando tengan equilibrio en sus reacciones.
Característica de un líder
Por eso ahora se habla de competencias emocionales, tales como la empatía, capacidad para escuchar, resolución de conflictos, etcétera.
Nuestra inteligencia emocional determina la capacidad potencial de que dispondremos para aprender las habilidades prácticas basadas en uno de los siguientes cinco elementos compositivos: la conciencia de uno mismo, la motivación, el autocontrol, la empatía y la capacidad de relación. Nuestra competencia emocional, por su parte, muestra hasta qué punto hemos sabido trasladar este potencial a nuestro mundo laboral.
La práctica de la inteligencia emocional de Daniel Goleman.
Esto tiene que ver mucho con el liderazgo, porque no hay buen líder sin inteligencia emocional, con la cual sabrá entender el contexto general y los casos particulares de los integrantes de su equipo, cómo hablarles, cómo motivarlos para cumplir con los objetivos y cómo desarrollarlos.
Busca tener autocontrol
Precisamente David Goleman apunta un concepto interesante: “la conciencia emocional”, es decir, la capacidad de reconocer el modo en que nuestras emociones afectan a nuestras acciones y la capacidad de utilizar nuestros valores como guía en el proceso de toma de decisiones.
Si impulsamos este equilibrio sabremos reconocer errores, aprender de ellos, aprenderemos a caer y a levantarnos, entenderemos que siempre se puede ser mejor y hacer mejor las cosas. Incrementaremos nuestra confianza en nosotros mismos y aprenderemos a gestionar cada situación en la dimensión justa, con puntos de vista diferentes. En suma tendremos autocontrol.
Mucho ojo, que el autocontrol es tener la reacción justa o ideal que nos ayudará a superar algo o a encontrar una solución, pero no confundirlo con auto-represión o negación de sentimientos y sensaciones. Tampoco desvirtuarlo creyendo que siempre hay que estar contentos, optimistas, sino saber que el enojo, la melancolía, el miedo, también son necesarios y parte de lo humano, pero gestionándolos y llevándolos hacia algo que en verdad nos ayude, por ejemplo, estar ante un león nos llevará necesariamente a tener miedo, el autocontrol no buscará inhibirlo, sino usarlo para salvarnos de esa situación específica.
Impulsa el aprendizaje emocional
La inteligencia emocional es el mejor aliado de la adaptación y flexibilidad que hoy se requiere a nivel profesional, empresarial o como emprendedor porque el cambio es constante, entonces hay que saber tener un equilibrio de nuestras emociones para detectar oportunidades, saber por dónde ir, hallar o desarrollar un nuevo camino.
Vale la pena reflexionar sobre esto, lo mejor es que no pertenece a un rasgo de personalidad o predisposición genética, es algo que se puede adquirir, enriquecer, entrenar, mejorar, en un aprendizaje emocional que implicará obviamente cambios profundos de “chip”, pero que ayudará en cualquier actividad que desempeñemos y en cualquier ámbito de nuestra vida, sea en lo personal, de pareja, familiar, social, entre amigos, laboral, en los negocios, etc.