Existen historias premeditadas, otras más que van trascendiendo de generación en generación con sus debidas modificaciones; muchas veces una de estas que podía parecer ilógica e insustancial cobra fuerza por las masas o el inconsciente colectivo, hasta llegar a situarse como leyendas o mitos. En todo tipo de historia se ha recurrido a lo que hoy llamamos storytelling.
Cuando el storytelling se realiza conscientemente, con un plan, objetivos y un desarrollo con base en cierto pilar comunicativo tenemos ESTRATEGIA. Es lo que buscan las marcas, una historia poderosa que la haga conectar con su audiencia y estar en la mente de las personas.
En cambio, si se genera de forma inconsciente la historia puede no tener fuerza o adquirir tal peso que las repercusiones sean negativas. Por eso es que un negocio o persona no puede dejar a la deriva el storytelling de su marca o nombre porque puede tomar caminos que no sean los esperados.
En los años 80´s surgió una pequeña historia sobre una caricatura que en ese tiempo estaba de moda: Los Pitufos (Smurfs), sobre un muñeco que cobró vida y mató a una niña. La nota era una fake news que apareció en revistas amarillistas de la época, mismas que la gente ya ubicaba como puras noticias falsas que no se les podía creer.
Una historia que se viralizó
Hay que tomar en cuenta que obviamente no había internet ni redes sociales (aunque no lo crean los centennials, hubo un tiempo sin la web), la información no era inmediata, se creaba el rumor y se propagaba más de voz en voz. Aunque en ocasiones esa forma de difundir un mensaje explotaba para que todo el mundo lo trajera en conversación, es decir, se hacía VIRAL.
El rumor se viralizó y como suele pasar ya no era solamente la niña, ahora habían otros testimonios del “primo de un amigo” o “un conocido” que aseguraban que a un niño lo había asesinado un pitufo.
Obviamente al ser la caricatura de moda se transmitía por televisión, así que surgieron diversos accesorios como peluches, juguetes, cuentos, rompecabezas, llaveros, estampas, etc. Todos tenían algo sobre Los Pitufos y esto alertó a las madres de la época.
No solo quedó como esa leyenda urbana que te gusta platicar porque tiene algo de misterio; muchas mamás en verdad lo creyeron y la historia las llevó a la acción: tiraron, quemaron, regalaron, todo lo que tuviera que ver con esos personaje azules.
Cómo una historia negativa perjudica a una marca
En fin, el storytelling negativo había triunfado, si tomamos a Los Pitufos como una marca vemos que este asunto sí estaba en mente de todos, en la conversación, todavía era publicidad como pasa con un escándalo que después de todo termina ayudando a una marca a que resalte o la busquen mínimo por el morbo.
Otros medios se sumaron a retomar esta controversia porque eran los contenidos que la audiencia quería consumir, sea para afirmar, cuestionar o negar su veracidad, pero todos seguían retomando el tema de los pitufos asesinos.
Algunos muy gráficos describían cómo la niña fue estrangulada y las manitas del pitufo se marcaron en su cuello. Sí, de risa la anécdota, pero en ese tiempo muchos decían “qué tal si así fue” o “por si acaso”.
Creció tanto la versión de unos seres malignos que ya no era publicidad, sino una percepción negativa de marca, generada por un storytelling sin control.
La marca fue decayendo, perdió su potencial comercial, pero no desapareció, quedó como una caricatura de generación, sin la nostalgia que entrañaron otras. Tiempo después se retomaron otras versiones de caricatura y hasta películas con un éxito limitado, mientras en cada intento por comercializar a Los Pitufos inevitablemente regresaba esa leyenda urbana.